Querido Entrenador, Nadador, Triatleta, Amigo, Consejero, y Padre adoptivo de muchos centroamericanos, que pasamos por tus enseñanzas, tus regaños, tus correcciones con ceño fruncido y voz “ronqueta”. Más que una carta, esto es un despido, en estos tiempos de COVID-19…cuánto desearía darte un abrazo, y agradecerte por tantas enseñanzas, tantas correcciones, tantos consejos, tantas verdades, tantos chistes y anécdotas inolvidables (que de seguro todos los que te conocimos, tuvimos con vos). Te recuerdo….y es que te conocí después de mi corto ciclo olímpico en triatlón y al final de mi carrera como deportista elite, y me enseñaste lo más valioso que cualquier entrenador me pudo enseñar….el valor de ser un maestro. Me llevaste al Comité de Deportes de Belén como entrenador de Juegos Nacionales en Triatlón, y cuando te fuiste para Heredia, te seguí sin dudarlo como parte de tu equipo….pero esto no se trata de mí…sino de la pasión, el estudio constante, y la energía interminable, con que nos “inyectaste” a todos los que estuvimos cerca tuyo. Bajo tu dirección, o como compañeros de equipo; siempre compartiste todo tu conocimiento; y tu pasión no era posible de contener en tu cuerpo….tanto así que cualquier exaltación de energía te ponías de puntillas, y ya sabíamos que venía un grito - ronqueto - corrección, que al final de la temporada se convertía en un abrazo y felicitación por haber dado más de nuestros propios límites, y llenarnos de éxito juntos como equipo.